Pensar en ello le deprimía mucho, pues había conocido a gente muy interesante, y había cogido mucho cariño a las calles laberínticas de esa antigua ciudad y esos paseos por el parque en los que tenía conversaciones estúpidas con sus amigos.
Se puso la chaqueta y se ajusto la corbata... estaba hecho un pincel, se miraba al espejo y se reia, esa ciudad le había influido mucho, en su forma de vestir.
Esa noche era especial, iba a reunirse con todas las personas que había conocido, pasarían la noche entre copas y risas, recordando las historias que habían vividos todos juntos en la noches de la ciudad, esos amores fugaces...
Ya listo salio por la puerta de su casa dispuesto a pasar una gran noche.
Cogió su moto del garaje, y se puso el casco, y se subió en una antigua aunque cuidad moto.
Pasando por una gran avenida, se fijo en el rió que corría paralelo a la carretera, sonrió a recordar a aquel amigo que le obligo a aprenderse todos los puentes que lo cruzan.
Por fin llego a la terraza, allí estaban todos, sentados alrededor de una mesa, le miraron y le saludaron con una sonrisa, cogió una copa de vino blanco que había en la barra y brindaron todos, con un ese pequeño choque de las copas empezó la noche.
